Mouris Salloum George*
Dialéctica, es la teoría de los contrapuestos que actualizó Hegel a principios del siglo XIX. En Política (de altura), aplica en la deseable disolución de las contradicciones en la pugna de los contrarios por el poder.
De eso se trata este tema y del juego del péndulo del que deriva, en la democracia “representativa”, la alternancia en el gobierno.
Para América Latina y, por supuesto, para México, el péndulo se mueve hacia donde lo incline Washington.
Verbigracia: En el doble mandato presidencial de Barack Obama -quien se confesó populista-, el inquilino de la Casa Blanca hizo efectiva su voluntad de apertura hacia el régimen de Cuba y cierto grado de tolerancia hacia otros gobiernos de izquierda latinoamericanos.
Con el gobierno de México, que en los ochos años de Obama tuvo cambio de partido en Los Pinos, el presidente estadounidense practicó una diplomacia de entendimiento.
El viraje hacia un populismo de corte fascista
Al llegar en 2017 a la Casa Blanca el populista de derechas, el republicano Donald Trump-proclive al fascismo-, el péndulo se movió, obviamente, en dirección contraria.
En Brasil, por ejemplo, el golpismo, en su modalidad legislativa, se expresa en la militarización de la política después de poco más de tres periodos de gobiernos de izquierda.
En Venezuela,se exacerban tendencias opositoras con móviles de derrocamiento del régimen bolivariano. En Cuba, la Casa Blanca se empecina en revertir la distensión bilateral lograda por Obama.
En Argentina, el arribo de una presidencia neoliberal tiene como prioridad la obscena revancha contra actores políticos de los gobiernos que lo antecedieron.
Hace unas horas, en Colombia se registró el relevo en la Presidencia. Su nuevo titular-en su discurso de toma de posesión- se pronunció por revisar los términos de los Acuerdos de Paz que allanaron el camino de participación política a líderes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia en la pasada campaña electoral.
Son los ominosos signos que marcan los nuevos tiempos políticos en América Latina. Son señales poco tranquilizantes para los pueblos hermanos.
Claro e incontestable mandato electoral contra el sistema
En México, el pasado 1 de julio se dio un claro e incontestable mandato electoral contra el sistema bajo control del grupo dominante neoliberal.
Los resultados de la elección presidencial-por el sello ideológico del próximo gobierno- colocan a México en la tesitura de rescatar el liderazgo que hasta 1988 ejerció por identidad y a voluntad de la mayoría de los gobiernos al sur del rio Suchiate.
A la vista de los resultados del 1 de julio, el cuasi fascista Donald Trump ha sostenido un melifluo discurso en el que aparenta su beneplácito por el triunfo de Andrés Manuel López Obrador.
Apariencias nada más, porque, en los hechos, el inquilino de la Casa Blanca no cesa su estrategia de hostilidades hacia los mexicanos en materia migratoria, en su obtusa coartada de la Seguridad Nacional y, en materia económica, un feroz nacionalismo , tratando de llevarse la parte del león en la revisión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Trump, en la perspectiva de las próximas elecciones intermedias, opera con vistas a su reelección en 2020. Será el año clave para la gestión del nuevo gobierno mexicano.
Nadie espera que el futuro Presidente se dé un balazo en el pie
Si, en la política real, nadie espera que el Presidente electo se dé un balazo en el pie en el rediseño de las relaciones bilaterales con Washington, lo deseable sería que en la ruta reconstruya una diplomacia soberana que vuelva los ojos hacia el sur.
No se puede jugar en solitario al David contra Goliat ni luchar cuerpo a cuerpo con la Historia. La Historia latinoamericana ha tenido como protagonista central a México. En ello ha fundado su fuerza moral y de pacífica negociación contra el Imperio. Es un imperativo categórico.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.